La sociedad colonial.

Al frente de la jerarquía social de la Colonia se situaban los descendientes de los conquistadores que en los repartos habían recibido encomiendas. El sistema de las encomiendas  se fue desgastando pero en el siglo XVII los propietarios de haciendas, los obreros y los funcionarios llegados de España o bien del Perú obtuvieron más privilegios. La propiedad de la dedicación a los trabajos y labores mecánicos, como los obrajes, no fueron motivo de vergüenza en la sociedad criolla.
Frecuentemente los capitanes de los conquistadores  pertenecían a grandes familias el cual eran segundones de casas nobles que buscaban la oportunidad de dar origen a una nueva familia principal formando un mayorazgo en América, creando un vínculo con los bienes logrados que serían transmitidos completamente al primogénito.
Las condiciones americanas hicieron que la fundación del mayorazgo fuera perdiendo una fuerza que en Chile siempre fue insuficiente incluyendo en tiempos de los conquistadores. Eso significa que los distintos descendientes tuvieron acceso al patrimonio familiar.
Las familias principales crearon lazos entre ellas, creando razas endogámicas que permitieron distinguir una serie de apellidos al tiempo que se favorecía la formación de uniones patrimoniales. Las familias dominantes unidas por relaciones de parentesco, crearon en Santiago, La Serena y en Concepción una red de apoyo y protección mutua destinada a mantener una jerarquía, señalada por el control de los cabildos.
La apariencia de un ejército profesional permanente hizo que los grandes trabajadores, muchas veces en las campañas de Flandes e Italia, sean elementos distinguidos de la sociedad y candidatos a ser casados con las hijas de criollos. La mayoría de los pobladores españoles eran originarios de la Corona y también dentro de las regiones.